En un contexto donde se estima que un tercio de los alimentos producidos a nivel mundial se pierden o desperdician, la Universidad Nacional de Villa María (UNVM), a través de su Instituto de Ciencias Básicas y Aplicadas, pone en marcha una propuesta extensionista que combina innovación, conciencia social y sostenibilidad ambiental.
Se trata de un proyecto aprobado por el Instituto de Extensión de la UNVM que trabaja en la construcción, y posterior implementación, de una deshidratadora de mediana escala para el huerto «De la Pacha», el cual está ubicado en la zona periurbana de Villa María y se dedica específicamente a la producción agroecológica.
Según detallaron, este dispositivo funcionará a energía solar y será utilizado para transformar frutas y hortalizas frescas en productos deshidratados. El fin último es poder alargar la vida útil de estos alimentos ricos en nutrientes y reducir las pérdidas que suelen generarse por la propia degradación.
Una respuesta local a un problema global
El desperdicio de alimentos no solo representa un drama ético frente al hambre, sino que también tiene un enorme impacto ambiental y económico. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, aproximadamente 1.300 millones de toneladas de alimentos se desperdician anualmente a nivel global, lo cual implica un uso ineficiente de recursos como el agua, la tierra, la energía y la mano de obra, además de contribuir significativamente a las emisiones de gases de efecto invernadero.
En Argentina, las cifras son igualmente alarmantes: se calcula que cerca del 30% de las frutas y más del 40% de las hortalizas producidas no llegan a consumirse. Parte de este problema radica en los altos niveles de intermediación, los estándares estéticos de consumo y la falta de tecnologías accesibles para su conservación.
En este sentido, la propuesta de la UNVM apunta precisamente a intervenir en ese punto crítico: evitar que el excedente no comercializado se pierda, y transformarlo en alimentos deshidratados que puedan almacenarse, venderse o consumirse fuera de temporada. Además, al emplear un dispositivo alimentado por energía solar, se reduce la dependencia energética y se promueve el uso de tecnologías limpias, de bajo costo y fáciles de replicar.
Agroecología, territorio y comunidad
«Esta iniciativa está inserta en una visión más amplia del territorio periurbano de Villa María, entendiéndolo como una interfaz dinámica entre lo urbano y lo rural, donde confluyen diversas prácticas, saberes y necesidades. En este escenario, los sistemas agroecológicos de pequeña y mediana escala vienen ganando espacio, ofreciendo alimentos saludables sin intermediarios, a través de circuitos cortos de comercialización, por eso la intención es reforzar ese impacto», destacaron desde el equipo.
A su vez, los integrantes del proyecto resaltaron que además del beneficio práctico del deshidratador solar, con esta iniciativa buscan también fortalecer los lazos sociales y consolidar un espacio comunitario de encuentro, aprendizaje y acción colectiva. «La deshidratadora es una herramienta que sirve tanto para productores como para ciudadanos que tengan su autoproducción en casa y así aprovechar los excedentes de producción en ciertos momentos del año», comentó el ingeniero graduado de la Universidad e integrante del equipo, Leonardo Castoldi.
Educación, conciencia y acción
Según comentan, la relevancia del proyecto también se vincula a su potencial educativo y formativo. A través del trabajo conjunto entre docentes, nodocentes, graduados, graduadas, estudiantes, productores y consumidores, se construye una ciudadanía más consciente del ciclo productivo de los alimentos, sus implicancias sociales y ambientales, y el rol activo que cada persona puede asumir contra el desperdicio de alimentos.
Esta propuesta invita a repensar hábitos, valorar el trabajo del productor local y revalorizar prácticas ancestrales como el secado solar, que vuelven con más fuerza en clave de sustentabilidad.
Extensión universitaria con impacto real
Resulta relevante destacar que este proyecto da continuidad a una línea de trabajo consolidada por el equipo extensionista a lo largo de los últimos años y que tiene como antecedentes propuestas como el de ‘Plantinera comunitaria’ en 2021 y ‘Producción de plantines agroecológicos’ en 2022, los cuales sentaron las bases para fortalecer el vínculo entre productores agroecológicos y la ciudadanía local, bajo una lógica de trabajo cooperativo que fomenta el agregado de valor, la economía familiar y la construcción de soberanía alimentaria.
«En un contexto donde los procesos sociales articulados y la soberanía alimentaria se ven amenazados, es urgente la implementación de lazos que consoliden espacios de construcción y recuperación de prácticas que reduzcan el desecho de alimentos es sumamente relevante», destacó la directora del proyecto Ana Guzmán